miércoles, 6 de agosto de 2008

TEATRO, ORIGEN

¿TIENE EL TEATRO ORIGEN DIVINO?

Por: Ayax Miuler R.

¿Por qué pensar que todas las cosas tienen origen divino o celestial? ¿Por qué no pensar que pueden también tener un origen maligno o infernal? Es decir, si Ana Diosdado (El Teatro por Dentro, Pág. 6) fundamenta que fue el nacimiento del teatro en la prehistoria, ¿No se considera en la actualidad como magia negra el influir en almas reproduciendo su imagen y representándolas en sus movimientos con la idea de captar su espíritu y dominarlas al antojo de tal manera? Y aunque Diosdado recalca que el animismo pueda confundirse con la religión, ésta última no está muy lejos de la otra; pero en un punto se bifurcan cuando el hombre con su inteligencia, con su psiquis, con su preocupación de existencia crea imágenes no nacidas de la realidad, sino de su imaginación. La mayoría de estudios relacionados con el origen del teatro sostienen que éste debe buscarse en la evolución de los rituales mágicos relacionados a la caza. Y es aquí donde queremos hacer un paréntesis para afirmar que no es un origen divino el del teatro, antes bien humano y de supervivencia. Pues si os fijáis bien dijimos evolución de los rituales mágicos, que más tarde se convertirían en ceremonias dramáticas donde se rendía culto a los dioses; naciendo en un inicio como una actividad colectiva: una tribu que intenta establecerse en un espacio ideando maneras de convivir y sobrevivir de lo que le rodea. Es entonces cuando salta otra pregunta al tapete: ¿En qué momento nacen los dioses en la mente del hombre para que éste haga las representaciones de mitos cosmogónicos? Pues si se entiende que la prehistoria es el tiempo transcurrido desde la aparición del hombre hasta la invención de la escritura, ésta no se da al mismo tiempo en todas las zonas del planeta; de igual manera las manifestaciones humanas surgen en distintos tiempos y lugares, y con ellos sus rituales hacia los dioses, que, aunque la manifestación o representación sagrada resulta común a la aparición del teatro en todas la civilizaciones, siempre discrepa en cuanto al aspecto, poderes, personalidad, significado y nombre de los dioses. Así el Japón con la leyenda de los orígenes celestes del teatro con Amaterasu, quien enojada con su hermano se encierra en una caverna, desapareciendo de tal manera la luz de la faz de la tierra; lo que en la actualidad podría considerarse un proceso natural del cosmos: un eclipse solar. En la India es el culto a Krisna a quien se atribuye el desarrollo del teatro, héroe hermoso y vencedor de demonios, apareciendo así, podríamos decir, el antagonista. En Egipto, considerado el teatro más completo de la antigüedad, se comienzan a usar máscaras para las representaciones, en donde se repite, con la muerte y resurrección de Osiris, el símbolo de la desaparición del sol sobre la tierra, alegoría en la antigüedad de mal a agüero, de guerras, de catástrofes… es sin embargo a los griegos a quienes se les atribuye el desarrollo del teatro propiamente dicho, conservando hasta nuestros días sus bases intactas, que si en algo discrepa el actual del antiguo es por las nuevas tecnologías. Y si aquí se repite una vez más la representación de lo divino, y especialmente cultos a Dionisio, el teatro se irá separando de ese propósito, y se volverá humano nuevamente con la llegada de Tespis; quien mejora las máscaras primitivas y les da un aspecto menos monstruoso y cada vez más humano. Es con Esquilo que se introduce más claramente el protagonista y el antagonista en la obra teatral, además donde empiezan a surgir grupos profesionales con la intención de “hacer” (drama) lo que realmente significa la palabra teatro: mirar. Los espectadores pues, “ven” a la representación como algo de mera distracción, ya no como divino, ni como elemento mágico de supervivencia.